Sin duda alguna este tema es muy muy amplio y se puede abordar desde muchas corrientes y estudios diversos, sin embargo, aquí te cuento acerca del sentido radical (de raíz) y estructural, tratando de traer más claridad y comprensión sobre nuestros procesos, especialmente intentando entender mejor de dónde vienen nuestros bloqueos personales y limitaciones, y teniendo en cuenta que somos un todo donde todos los aspectos que nos conforman están conectados unos con otros.
Somos una energía consciente en un cuerpo físico. Cuando nacemos esta energía fluye libremente (visualízala como un sol radiante que tenemos dentro) este sol irradia energía y vibración desde dentro hacia afuera de manera fluida y expresiva. Cuando esta energía está armonizada trae bienestar, amor, felicidad…
A medida que vamos creciendo, especialmente en la infancia, este flujo energético se ve interferido por vivencias en las que nuestras necesidades no fueron cubiertas. Quizás fueron necesidades de afecto, de calor, de nutrición… Y esto generó un bloqueo en la circulación fluida de nuestra energía esencial e hizo que se quedase estancada en diferentes partes de nuestro cuerpo (como nubes que van tapando ese sol que llevamos dentro). De esta forma, cerramos y paramos el libre flujo de nuestra energía vital para protegernos del dolor.
Esa energía que se queda estanca dentro del cuerpo, se va conformando como una memoria inconsciente que contiene todo aquello que nos duele, es nuestra herida, lo que nos hace sufrir, nos cuesta reconocer…. Y que va generando una coraza alrededor que influye a nivel fisiológico dentro del cuerpo. Esta coraza además sostiene unos patrones de defensa psicológicos que marcan también la manera en la que interactuamos en el mundo externo, es decir, que marca nuestra Identidad y con ésta, todas las conductas, creencias, hábitos, etc, que desarrollamos para manejarnos en la vida de la mejor manera que podemos y sabemos.
Al final, estos movimientos energéticos y cambios que van teniendo lugar, se quedan en el cuerpo tanto si se trata de memorias adquiridas a raíz nuestra historia personal (como hemos comentado anteriormente) o como si se trata de memorias inconscientes heredadas.
Por lo tanto, hablamos de una interrelación entre nuestro aspecto energético, emocional, físico, mental y espiritual, y comprender estas dinámicas sobre cómo se desarrollan nuestras corazas, nos ayudará a poderlas abordar de una manera más integral y consciente.
Partiendo de la base de que cada persona cuenta con su historia de vida, sus recursos personales, sus propias necesidades, etc, y sabiendo que al final, cada uno sabe lo que más le ayuda y le aporta, por aquí te dejo algunas pinceladas que a nivel particular me ayudan muchísimo a seguir descubriéndome, a sanar, a continuar quitándome máscaras y corazas, para que cada vez irradie más y más la propia luz y sol internos.
- Dimensión Mental: aprender a no identificarnos con nuestros pensamientos, la meditación es de gran ayuda para esto. Observarlos y cuestionarlos para tener mayor claridad y capacidad de discernimiento. También cuidar nuestro lenguaje verbal y las palabras que empleamos pues la palabra es herramienta creadora.
- Dimensión Emocional: aprender a sentir. Descubrir que la emoción no necesita ser sanada sino sostenida y escuchada. Así, cuando nos damos espacio a sentir lo que necesitamos sentir, experimentamos que las emociones se van transformando, que nada es permanente y que todo cambia constantemente. Por tanto, aprender a sentir nuestras emociones es una gran fuente de sabiduría.
- Dimensión Corporal: aprender a habitar el propio cuerpo (embodiment), despertar la sensibilidad de todos nuestros sentidos, movernos entre la intensidad y la sutileza apreciando la riqueza en ambos.
- Dimensión Energética: desde esta dimensión se despliegan todas las demás. Aprender a conectar con nuestra energía vital – sexual – kundalini que, al fin y al cabo, es la energía que hace que hoy estemos vivos. Aprender a canalizarla para expandir nuestra Conciencia.
- Dimensión Espiritual: aprender que no somos nuestros pensamientos, ni nuestras emociones, ni nuestro cuerpo… Que somos algo mucho más grande y más pequeño al mismo tiempo, que no tiene forma ni concepto. Recuperar el poder del rezo y la oración (que no tiene que estar relacionado con ninguna religión, sino que la base es la Fe) como vía de conexión con la vida, con el Gran misterio que lo mueve todo. Recuperar la sacralidad y el entendimiento de que todo es sagrado porque todo es producto de lo Divino.
Espero que estas palabras y compartir personal te nutran y te inspiren.
Con amor,
Claudia Ashaya