A lo largo de la historia, nuestras fuerzas instintivas y creativas han sido a menudo rechazadas, ocultadas y reprimidas. La energía sexual es pura naturaleza en movimiento y una fuente ilimitada de vitalidad.
Nuestra sexualidad es una danza con la vida. Nos permite ser y estar en el mundo desde nuestra autenticidad, sentirnos en libertad y expresarnos como humanos sagrados y divinos con un potencial infinito dentro de cada uno de nosotros. Es un flujo armónico entre el dar y el recibir, entre nuestras energías masculina y femenina.
En un mundo tan masculinizado donde se prima la competencia a la cooperación, lo individual a lo colectivo, lo racional a lo emocional, etc, es necesario rescatar los potenciales y las cualidades femeninas dentro de cada uno de nosotros para volver a recuperar el equilibrio.
La energía femenina es receptiva, acogedora, intuitiva, sensual, creativa, amorosa, fluida… Reconocer internamente y honrar ambas energías nos da la posibilidad de sentirnos completos, en unidad y en conexión con nosotros mismos y con la vida.